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lunes, 21 de marzo de 2011

Dónde y cuándo

Jesus le dijo; mujer, créeme, que la hora viene cuando ni este monte ni en Jerusalén adorareis al Padre (Juan 4:21)

Al son de ‘Vencedores por Cristo’

Confieso que este es uno de mis textos favoritos del Evangelio, y no solo el texto, sino que el Evangelio juanino en sí. Tengo un relacionamiento especial con él; primero porque fue el texto que usé para hacer la primera predicación en la iglesia, cuando aun no tenía mis estudios teológicos. Y este mismo texto fue utilizado para hacer mi primer sermón de prueba en mi Seminario. En primer lugar, me encanta este texto porque se puede observar a un Jesus sociable, pero no extrovertido, maestro, pero no demagogo. Un Jesus metafórico, pero sincero y claro a la vez. Con razón la multitud que lo escuchaba en el monte (Mt. 7:29) concluyó que él les ‘enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas’.

Y es esta misma autoridad natural, simple, admirable que me hace reflexionar sobre algunas cuestiones importantes que el texto nos trae para nuestros días.

Conocemos la historia de los samaritanos y los judíos, porque incluso el mismo versículo 9 nos informa de que judíos y samaritanos no se daban entre sí, debido a los problemas post-exilicos que tuvieron, ya que los samaritanos surgieron de la ‘mezcla’ judía con otros pueblos; practica sumamente rechazada por el judaísmo. Otro factor importante aquí es que en la época de Jesus era sumamente mal visto que un hombre hablara con una mujer en la calle, mucho menos con una samaritana, y sabiendo de la reputación que ella tenía, ya se podrán imaginar el escándalo que Jesus estaba provocando en un espacio público, a plena luz del día (la hora sexta corresponde al medio día). Escandaliza incluso a sus discípulos, pero ellos callan. Callan porque saben que el maestro es, de hecho ‘el maestro’, que no se equivoca, que quiebra siempre los paradigmas, y con cada acto les enseña una verdad sublime, y les revela algo más acerca del Reino. Pues bien, primeramente les enseña que la verdad libertadora derriba las barreras, como las que ellos tenían con los samaritanos

La mujer tenía una esperanza, al igual que los judíos, que era la venida del Mesías, que le declararía todas las cosas. Pero a pesar de eso, la samaritana tenía algunas dudas, pues ella junto a su pueblo adoraban en Gerizim, y los judíos en Jerusalen. Recordemos que los montes y los lugares sagrados tienen mucha importancia para ellos, pues allí se produce el ‘shekinah’. ‘Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar’ (v. 20). Ella no sabía cuál era el lugar verdadero de la adoración a Dios, pero Jesus viene a aclarar sus dudas. El versículo 21 dice ‘Jesus le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorareis al Padre’. Jesus comienza enseñando que prontamente no estarían adorando ni aquí ni allá. El lugar físico no sería relevante para la adoración; no es Gerizim ni Jerusalén; sino que ‘la hora viene cuando los verdaderos adoradores adorarán el Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren’ (v.23). Jesus está aboliendo completamente los lugares sagrados, y los está reemplazando por un estado: ‘en espíritu y en verdad’. Y bien sabemos que Dios es Espiritu y Cristo es la Verdad y la vida. De esta forma, Cristo está reemplazando un lugar por una persona.

Es solo a través de Cristo que la adoración es verdadera. La adoración no está determinada por un espacio físico; no es en un lugar, es a través de El. No hay otro medio, no hay lugares sagrados; si Cristo está en mí, será un ‘aquí y ahora’ permanente; aquí es el lugar y ahora es la hora. Sin embargo esta verdad libertadora ha sido olvidada por el sistema eclesiástico actual. Hoy se confunde iglesia con Reino de Dios; creyéndose que estar ‘fuera de la iglesia (como institución, y peor aún, como denominación) es estar fuera de la Iglesia y del Reino.

Lo que más me incomoda e indigna es que esto es enseñado a los fieles. Faltar al culto es casi un pecado, es dar un paso hacia atrás del Reino, es un punto negativo en su vida espiritual. Pero al meditar en las Sagradas Escrituras tengo paz y sosiego. Saber que puedo adorar en espíritu y en verdad me deja tan feliz, tan cercana de Cristo, tan tranquila al saber que El me conduce a una adoración verdadera, donde el propio Dios ve la presencia de su Hijo en mi vida, su redención y justificación me muestran como santa delante de El; y eso es vivir en paz.

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